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Cuando llega el verano, el mundo entero se transforma en una paleta de celebraciones únicas, donde cada país imprime su cultura en festividades que sorprenden y encantan. En esta ocasión, hacemos un recorrido por diez países y sus tradiciones veraniegas más curiosas durante los meses de julio y agosto. Desde rituales ancestrales hasta fiestas modernas que combinan color, música y gastronomía, este viaje global revela cómo el ser humano ha creado formas muy distintas de honrar el calor, la cosecha o la simple alegría de vivir.
Empezamos por Noruega, donde el sol de medianoche ofrece días interminables durante el verano. En el norte del país, pueblos enteros celebran la luz constante con festivales musicales, caminatas nocturnas y ceremonias al aire libre. Uno de los eventos más destacados es el Festival de Nordkapp, donde artistas locales y turistas se congregan para compartir música folk y contemplar el sol que nunca se pone.
En Japón, el verano trae consigo uno de los espectáculos más coloridos: los festivales de fuegos artificiales, conocidos como hanabi taikai. Miles de personas se visten con yukatas tradicionales y se sientan junto a los ríos para disfrutar de impresionantes coreografías pirotécnicas. En lugares como Tokio y Osaka, estas festividades atraen a multitudes y combinan elementos tradicionales como la comida callejera, los juegos para niños y las danzas típicas.
Italia no se queda atrás con la celebración del Ferragosto, una festividad nacional que tiene lugar el 15 de agosto. Aunque sus raíces se remontan al Imperio Romano, hoy en día se asocia con vacaciones familiares, comidas abundantes y, en muchas localidades, procesiones religiosas en honor a la Asunción de la Virgen. En pueblos costeros, las playas se llenan de gente que celebra con música, fuegos artificiales y festivales gastronómicos.
En Colombia, el Festival del Viento y las Cometas, celebrado principalmente en Villa de Leyva durante agosto, convierte los cielos en un lienzo de colores. Familias enteras participan en competencias de cometas, mientras los vendedores ambulantes ofrecen dulces típicos y bebidas frías. Es un evento que une generaciones y que simboliza la libertad y la conexión con la naturaleza.
Tailandia, por su parte, celebra el Festival de las Velas en la provincia de Ubon Ratchathani. Aunque tiene lugar en julio para marcar el inicio de la Cuaresma budista, coincide con el auge del verano en muchas otras partes del mundo. Los ciudadanos crean enormes esculturas de cera que representan escenas religiosas y las desfilan por la ciudad en medio de danzas tradicionales y música en vivo. Es una muestra de devoción, arte y comunidad.
México ofrece una visión más espiritual del verano con la celebración de la Fiesta de la Guelaguetza en Oaxaca. Esta festividad indígena que tiene lugar en julio destaca por su rica mezcla de tradiciones, música, danzas y trajes típicos. Las comunidades de la región se reúnen para compartir sus costumbres con orgullo, en un ambiente festivo que también atrae a visitantes de todo el mundo.
En Escocia, el Festival Fringe de Edimburgo transforma la ciudad en un hervidero de creatividad durante el mes de agosto. Con miles de espectáculos de teatro, danza, música y comedia, es el evento artístico más grande del mundo. Aunque no está vinculado a una tradición ancestral, su impacto cultural lo convierte en una celebración clave del verano europeo.
India, en cambio, vive el Raksha Bandhan en agosto, una festividad centrada en el vínculo entre hermanos. Las hermanas atan una pulsera o “rakhi” en la muñeca de sus hermanos como símbolo de protección y amor, mientras los hermanos ofrecen regalos a cambio. Aunque no es una fiesta de verano por su origen climático, sí tiene lugar en esta época y refleja los valores familiares profundamente arraigados en la sociedad india.
Brasil, aunque su verano es en otras fechas, ofrece en julio y agosto festividades invernales que tienen un carácter veraniego por su intensidad. Un ejemplo es el Festival de Invierno de Campos do Jordão, el mayor evento de música clásica en América Latina, que atrae a miles de visitantes con conciertos gratuitos y actividades culturales al aire libre.
Finalmente, en España, el verano es sinónimo de fiestas populares. Entre ellas, destaca la Tomatina de Buñol en agosto, una batalla de tomates que reúne a miles de personas en una explosión de color, risa y caos controlado. Lo que comenzó como una broma entre jóvenes se ha convertido en un fenómeno internacional que celebra la desinhibición, el juego y la comunidad.
Estas tradiciones veraniegas revelan no solo la diversidad cultural del planeta, sino también la necesidad humana de reunirse, de celebrar y de crear momentos memorables. Ya sea en el sol eterno del Ártico o en una noche estrellada del Mediterráneo, el verano une a las personas en una sinfonía de tradiciones que nos recuerdan lo bello de compartir bajo el calor del sol.
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