Autocuidado radical: por qué priorizarse se ha vuelto un acto político y social

El autocuidado: una práctica radical de salud mental frente a una cultura  que nos agota

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El término “autocuidado” se ha convertido en una de las palabras más utilizadas en los últimos años. Desde publicaciones en redes sociales hasta campañas de salud mental, la idea de “cuidarse a uno mismo” ha ganado protagonismo. Sin embargo, una nueva corriente dentro de este fenómeno va más allá del skincare, los baños relajantes o las velas aromáticas: se trata del autocuidado radical.

Lejos de ser un capricho individualista, el autocuidado radical se plantea como una postura consciente, política y colectiva frente a sistemas que agotan, descartan o invisibilizan. En este artículo exploramos qué significa realmente priorizarse en un mundo hiperproductivo, cómo esta práctica se está redefiniendo, qué colectivos la han impulsado históricamente, y por qué su adopción puede tener impacto incluso en ciudades pequeñas como Segovia.

¿Qué es el autocuidado radical?

Es una forma de autocuidado que no se limita al bienestar superficial ni al consumo asociado al bienestar, sino que parte de una premisa más profunda: cuidarse como acto de resistencia en contextos que sistemáticamente erosionan la salud física, emocional y social de las personas.

Nace del reconocimiento de que:

  • El sistema no garantiza descanso ni cuidado emocional.

  • Muchas personas no tienen acceso real a salud mental.

  • Las estructuras laborales y sociales no están diseñadas para el equilibrio personal.

  • Priorizarse va contra la lógica del sacrificio constante que se espera de ciertos grupos.

Por eso, el autocuidado radical no es egoísmo: es supervivencia lúcida y empoderada.

Orígenes del concepto

Aunque ahora es popular en redes sociales, el concepto de autocuidado radical tiene raíces profundas:

  • Fue utilizado por Audre Lorde, escritora y activista afroamericana, que lo definía como “un acto político” frente a un sistema que no protegía los cuerpos de mujeres negras.

  • Ha sido adoptado por colectivos feministas, LGTBIQ+, antirracistas, activistas climáticos, personas con enfermedades crónicas o en situación de exclusión social.

Para estos grupos, cuidarse no era una opción estética, sino una necesidad vital en contextos hostiles.

¿Qué lo diferencia del autocuidado comercial?

Autocuidado comercial Autocuidado radical
Asociado a productos Asociado a decisiones profundas
Consumista Crítico con el sistema
Individualista Consciente de lo colectivo
Temporal (una sesión) Continuo, estructural
Superficial (apariencia) Integral (emocional, corporal, mental)

El autocuidado radical no se compra, se practica con intención y límites saludables.

¿Por qué se ha vuelto tan relevante ahora?

1. Cultura del burnout

La sobreexigencia laboral, la falta de descanso real y la precariedad han generado niveles de agotamiento físico y mental alarmantes.

2. Desigualdades estructurales

El sistema no cuida igual a todas las personas. Por eso, autocuidarse también es reivindicar derechos: al descanso, a decir no, a pedir ayuda, a no estar siempre disponible.

3. Crisis globales

Pandemias, guerras, crisis climática, inflación… Vivimos múltiples crisis simultáneas. En ese contexto, cuidar la mente y el cuerpo es un acto revolucionario de sostenimiento vital.

4. Redefinición de la productividad

Cada vez más personas cuestionan la idea de “valer por lo que haces” y apuestan por valer por lo que eres, incluso si no produces constantemente.

Ejemplos de autocuidado radical

  • Poner límites claros al trabajo, incluso si eso implica renunciar a ingresos

  • Desconectar del móvil cuando no hay energía para sostener conversaciones

  • Decidir no responder siempre con una sonrisa si no se quiere

  • Dormir sin culpa, descansar sin justificarse

  • Alejarse de entornos o personas que agotan

  • Rechazar narrativas de “positividad obligatoria”

También puede incluir acciones comunitarias, como:

  • Crear redes de apoyo entre vecinas

  • Organizar espacios seguros para el desahogo emocional

  • Sostener el silencio o el descanso colectivo

¿Y en ciudades como Segovia?

Aunque muchas veces se piensa que estos debates son propios de grandes urbes, la necesidad de autocuidado profundo también se da en entornos rurales o semiurbanos:

  • Mujeres que sostienen hogares y trabajos sin descanso

  • Personas mayores aisladas emocionalmente

  • Jóvenes agobiados por la presión del rendimiento escolar o laboral

  • Personas LGTBIQ+ que no encuentran espacios seguros en entornos pequeños

Desde el ámbito público y comunitario, Segovia podría promover una cultura del autocuidado radical con acciones como:

  • Talleres gratuitos de salud mental

  • Espacios donde compartir sin juzgar

  • Programas municipales que promuevan el descanso y el ocio sin consumo

  • Bibliotecas o centros culturales abiertos como refugios cotidianos

  • Ferias de cuidados donde se hable de salud sin estigmas

¿Qué errores debemos evitar?

  • Convertir el autocuidado en una excusa para ignorar al otro

  • Hacerlo exclusivo de personas con privilegios

  • Convertirlo en una moda vacía y despolitizada

  • Culpabilizar a quien no puede autocuidarse por su situación real

El autocuidado radical no es una competencia, sino una práctica individual y colectiva que responde a la urgencia de sostener la vida digna, diversa y libre.

Conclusión

El autocuidado radical no trata de darte un baño de espuma y olvidar los problemas. Trata de reconocer que vivir bien en un sistema que agota es un acto político, social y profundamente humano.

Segovia, con su escala humana, su tejido vecinal y sus espacios de encuentro, puede ser un lugar ideal para sembrar una cultura del cuidado real, sin filtros ni exigencias de perfección.

Porque priorizarse, descansar y sanar no debería ser un lujo, sino la base sobre la que construir una sociedad más justa y habitable para todas las personas.

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